miércoles, 14 de enero de 2015

S.O.M.M. DISCURSO DEL GRAN MAESTRE ANTE EL CUERPO DIPLOMÁTICO




El Gran Maestre de la Orden de Malta, Frey Matthew Festing, ha recibido hoy en la Villa Magistral del Aventino al cuerpo diplomático acreditado ante la Soberana Orden de Malta, para la audiencia de principios de Año Nuevo.


He aquí el discurso del Gran Maestre

Decano, Excelencias, Damas y Caballeros,
El nuevo año ha comenzado en las circunstancias más dramáticas y violentas. El más sangriento atentado terrorista después de la guerra en Francia, que ha provocado la muerte de 17 personas en París, representa una agresión brutal contra nuestros valores fundamentales, contra la libertad de expresión y la tolerancia.
Por otra parte, en Nigeria, lejos de la atención de los medios de comunicación, 2.000 personas han sido asesinadas en un atentado masivo perpetrado por las milicias de Boko Haram, el movimiento islamista que el año pasado secuestró a más de 250 niñas.
La Soberana Orden de Malta condena firmemente cualquier forma de violencia, física, psicológica y moral, y reafirma su sólido compromiso contra toda forma de intolerancia y violencia perpetrada en nombre de la religión.
Decano, Excelencias, Damas y Caballeros,
Es para mí un placer darles hoy la bienvenida a este tradicional intercambio de buenos deseos al inicio del Año Nuevo. Quisiera saludar especialmente a los embajadores que se han unido recientemente a nosotros con su inestimable labor. Gracias a todos por las felicitaciones y la alentadora apreciación hacia el trabajo de la Orden, que en su nombre me ha transmitido el Decano. Les puedo asegurar que mi agradecimiento no es meramente formal: en estos tiempos difíciles y a menudo dramáticos, el compromiso humanitario de la Orden de Malta nunca ha necesitado tanto apoyo, tanta participación y tanto aliento.
Ayudar a los que sufren es una tarea ardua; como herederos de los Hospitalarios, lo sabemos desde siempre. En la actualidad, el camino parece aún más empinado. En este mismo momento 50 millones de personas en todo el mundo huyen de guerras, persecuciones, pobreza y hambrunas. Una nación entera huye en Siria. La cuna de la cristiandad arde con guerras sectarias: las poblaciones viven bajo la amenaza constante de organizaciones extremistas, el tráfico de inmigrantes y seres humanos prospera día tras día. Es paradójico que esto ocurra en una época como la nuestra, consciente de las lecciones trágicas de las dos guerras mundiales, los genocidios y los totalitarismos. Debajo del barniz, ahora desgastado, de una supuesta paz “mundial” se desatan conflictos “locales” que cada vez más vienen acompañados por una violencia atroz, sin límites morales o convencionales, una violencia que no distingue entre soldados uniformados y civiles indefensos. Durante la Gran Guerra (se conmemora actualmente el centenario de su inicio) se produjo un holocausto de soldados. En las guerras regionales de hoy en día, en cambio, se sacrifican mujeres y niños. A pesar de la proclamación, hace tiempo, de los derechos fundamentales, el siglo XXI está empezando con una pendiente resbaladiza de nuevas barbaries indiscriminadas. Con métodos que parecen un retroceso a siglos pasados, los guerreros modernos de estas “guerras irregulares” golpean sin piedad a los más débiles. El combustible de su odio es, cada vez más a menudo, el fanatismo religioso, un ideal distorsionado que traiciona su fe original y actúa como anestésico sobre sus mentes y sus corazones. Nuestra época se ve trágicamente salpicada por una decadencia paulatina de la aplicación del derecho humanitario. El respeto de los principios de la ley está sometido a tensiones constantes. También lo vemos en el recurso a la respuesta militar que, lejos de disminuir la violencia, contribuye al creciente número de muertos civiles y a aumentar los efectos colaterales. Mientras se producen estas tragedias, en todo el mundo las sociedades desarrolladas están sumidas en lo que el Papa Francisco ha llamado “globalización de la indiferencia”. Nuestras almas están cómodamente adormecidas, y no oímos ni sentimos el dolor de nuestros semejantes en Oriente Medio o en África, en las costas mediterráneas o incluso más cerca, en la periferia de nuestras ciudades.
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Ésta es la situación a la que debe responder la Orden de Malta, el desafío perenne que está resumido en nuestro lema: tuitio fidei et obsequium pauperum. Nuestra respuesta a esto es, como siempre, doble: por un lado, firmeza extrema en exigir que se respete la dignidad de la persona, y por otro lado, flexibilidad extrema en adaptarnos a las circunstancias para acercarnos a los necesitados. Preservando siempre su identidad, la Orden nunca ha tenido miedo de cambiar. Como en tiempos pasados, los Caballeros siguen ejerciendo de médicos, enfermeros, trabajadores sociales y humanitarios. Evidentemente, los nuevos tratamientos e instrumentos han reemplazado a los antiguos, pero el objetivo sigue siendo el mismo.
La Orden de Malta preserva su visión espiritual, labrada por la tradición milenaria de fidelidad a la Iglesia de Roma. Este lazo mejora la eficacia de nuestra institución humanitaria basada en la fe, comparada con la de otras de naturaleza exclusivamente laica. La Orden se identifica plenamente con la invitación reciente del Papa Francisco a no temer “ensuciarnos las manos” con la fragilidad de nuestro prójimo en los rincones olvidados de nuestro mundo. En este año que acaba de terminar hemos firmado un acuerdo con la Santa Sede y el santuario italiano de Pompeya para organizar un nuevo comedor social en este lugar de devoción mariana. El vínculo especial con la Cátedra de San Pedro se ha visto recientemente confirmado con el nombramiento de un nuevo Cardenal Patrono, en la persona del cardenal Raymond Leo Burke. Aprovecho esta oportunidad para transmitir al Cardenal Patrono el respeto y la admiración que ya expresamos cuando asumió ese alto cargo, y también para repetir nuestro agradecimiento a su predecesor, el cardenal Paolo Sardi, por los cinco años de encomiable trabajo.
Nuestra soberanía es la garantía de la autoridad y la autonomía necesaria para llevar a cabo nuestro trabajo. A nivel mundial, nuestro papel es el de una “institución humanitaria” que existe y actúa con el fin de dar una voz a los pobres y los marginados, sin agendas ocultas o intereses políticos y económicos. Nuestra arraigada imparcialidad acredita nuestras intenciones, y la confianza que inspira es una garantía para nuestras iniciativas, muy apreciadas. La red de relaciones bilaterales que ustedes y nuestros embajadores en más de 100 países construyen juntos año a año es un apoyo inestimable, y hace que nuestra ayuda sea más eficaz.
En 2014, la política exterior de la Orden de Malta ha producido importantes resultados, como por ejemplo los acuerdos de cooperación firmados con el gobierno palestino, la República Checa y con la Organización Internacional de la Francofonía. Las relaciones diplomáticas también han permitido mejorar las instalaciones sanitarias en Camerún, en especial las destinadas a madres y bebés, y desarrollar acuerdos de cooperación destinados a sostener clínicas locales en El Salvador. Especialmente significativa, también por tratarse de un país con un vínculo antiguo y particular con la Orden, es la renovación de la colaboración entre la Orden de Malta y el Ministerio italiano de Defensa, que cubre la intervención del cuerpo militar de la asociación italiana en el ámbito de la ayuda de primeros auxilios, en desastres naturales y emergencias. Esta tradición ya larga se inició justo después de la Unificación italiana, y se ha confirmado sin falta desde entonces.
En 120 países de los 5 continentes, la red de la Orden de Malta se pone a prueba a través de nuestros 59 Prioratos y Asociaciones nacionales, nuestros 33 cuerpos de ayuda, nuestra organización de ayuda internacional Malteser International y nuestros miles de miembros, médicos y voluntarios.
Están los ancianos, los discapacitados físicos y mentales, los pobres, los leprosos, los niños abandonados, las madres solteras… describir con detalle nuestras operaciones, tan extensas como el universo del sufrimiento humano, sería imposible en tan corto tiempo.   Citaré únicamente algunos ejemplos significativos, empezando por los que implican la mayor emergencia humanitaria de nuestro tiempo: la inmigración es, sin duda, una de las pruebas más exigentes que existen. Junto a la comunidad internacional, aplicamos estrategias para afrontar el fenómeno de “un mundo desplazándose”; nuestra acción también se concentra en las necesidades de las personas y las poblaciones implicadas, para las cuales la Orden intenta en la medida de lo posible restaurar la salud, la dignidad y la fe en el mañana.
Los desplazados de Irak son inmigrantes que huyen del Estado Islámico, los militantes jihadistas que, en dos años, han destruido siglos de coexistencia multicultural y pacífica. En el Kurdistán iraquí, la Orden está presente con material y personal en clínicas móviles gestionadas por Malteser International y socios locales. En Turquía, adonde desde 2011 han llegado más de 1.700.000 refugiados sirios, la Orden dirige un hospital de campo con médicos especialistas y psicólogos, en colaboración activa con las asociaciones de ayuda musulmanas.
A nuestros 30 años de presencia en Líbano se han añadido centros de asistencia y personal especializado, en un país donde cerca de un tercio de la población corresponde actualmente a refugiados.
Inmigrantes son también esos miles de personas desesperadas que ponen sus vidas en manos de traficantes de seres humanos despiadados cuando se embarcan en pateras para el “viaje de la esperanza” en el Mediterráneo. Las cifras hablan por sí mismas: más de 130.000 personas llegadas a las costas italianas en 2014, y un 700% más de niños que el año anterior. Asistidos por nuestros médicos, continúan sus vidas, pero muchas otras se extinguen antes de llegar a tierra. En la isla italiana de Lampedusa, y en los barcos patrulla que se encargan de los rescates en alta mar, el personal especializado del cuerpo de ayuda italiano de la Orden de Malta trabaja 24 horas al día. La operación Mare Nostrum ha sido ahora sustituida por la iniciativa europea Triton. Las modalidades de intervención pueden cambiar, pero no lo hará nuestra presencia y nuestra dedicación. Finalmente, nuestros programas médicos, sociales y lingüísticos en Francia, Bélgica, Alemania, España e Italia suponen una gran contribución para los inmigrantes que llegan a Europa con la esperanza de una vida mejor. Las asociaciones de la Orden de Malta ofrecen asistencia a personas sin estatuto jurídico, ayudándoles con las solicitudes de asilo y en los procedimientos administrativos. El apoyo que se ofrece no se limita a la asistencia inmediata, un refugio y una comida caliente; se trata de facilitar su integración en la sociedad y permitirles convertirse en ciudadanos activos del país en el que viven y trabajan. Desde la caída del muro de Berlín en 1989, nuestra Asociación alemana, por ejemplo, ha asistido y ayudado a solicitantes de asilo, refugiados e inmigrantes, y ha acompañado a más de un millón y medio de personas de más de 70 países en las instalaciones para pacientes hospitalizados, en nombre de los Lander y los municipios alemanes.
También necesitan una patria segura los miles de personas que padecen el conflicto de la Franja de Gaza, parte de la zona de Oriente Medio donde nuestro Hospital de la Sagrada Familia en Belén es, desde hace décadas, un punto de referencia para la atención materno infantil. Este refugio de paz en una tierra convulsa está ampliando sus actividades y programas, ofreciendo ahora asistencia a las mujeres de los pueblos circundantes. Rodeados de imágenes de guerra y destrucción en la cuna del cristianismo, los médicos de la Orden siguen tozudamente trayendo nuevas vidas al mundo: nuevas esperanzas.
Igualmente luchamos contra otras “plagas”, empezando con el nuevo brote de Ébola que ha provocado más de 8.000 muertes en África occidental. Luchamos contra esta plaga enviando fármacos y material a Liberia, donde llevamos años comprometidos, y a Guinea Conakry, donde Ordre de Malte France gestiona clínicas, programas de diagnóstico temprano y campañas de sensibilización. Junto a ellos, en todo África, muchos otros especialistas que visten la cruz octogonal llevan años luchando contra enemigos invisibles como la malaria, la tuberculosis o el VIH/Sida. Este compromiso, que también es social, queda patente en los programas de asistencia a jóvenes huérfanos de padres seropositivos en Sudáfrica. El principal obstáculo a nuestro trabajo es la inestabilidad de muchos países. Por ello, África central es ahora uno de nuestros retos más importantes. En la República Democrática del Congo ofrecemos asistencia psicológica a las víctimas de violaciones; en Sudán del Sur, nuestro nuevo Centro de formación sanitaria Rumbek está formando a una nueva generación de profesionales sanitarios cualificados, muy necesarios. Esta labor se desarrolla en un escenario de conflictos armados que siguen devastando ambos Estados, forzando a casi un millón y medio de personas a huir a la vecina Uganda. Para estas personas sin recursos, el campo de refugiados de Rhino, en el norte del país, es como un faro en la noche. Allí Malteser International reparte comida y semillas a los sin techo, renueva las instalaciones hídricas y mejora las condiciones de higiene.
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No sólo es necesario tener en cuenta el presente: después de las operaciones de primeros auxilios, a menudo queda el problema de la reconstrucción social y material. Por ello nuestro proceder operativo consiste en quedarnos en las zonas una vez pasada la emergencia, incluso cuando ya se han apagado los focos de los medios de comunicación internacionales. Hemos consolidado este modus operandi en el Sureste Asiático, destruido por el tsunami de 2004, donde recientemente hemos terminado nuestras intervenciones de purificación de las aguas, nuestros programas de formación para agricultores y nuestros proyectos de microcréditos. En Haití, exactamente cinco años después del seísmo que asoló la isla, seguimos con nuestros programas de alfabetización, asistencia familiar y prevención de epidemias. También en Samar y las otras islas del archipiélago de Filipinas, donde hace un año el tifón Haiyan causó dolor y muerte lejos del clamor de los medios de comunicación, seguimos repartiendo fármacos y ropa, reconstruyendo edificios y desarrollando iniciativas para mejorar los ingresos familiares.
La historia es la misma en las áridas sabanas o en los densos bosques subecuatoriales, o en los rincones más recónditos de la marginación urbana, el “residuo de producción” de las ciudades del mundo industrializado. En Alemania, Francia, Reino Unido, Bélgica, pero también en Europa del Este, Sudamérica… allí y en muchos otros lugares, los que sufren en soledad y los abandonados encuentran el apoyo de las sonrisas de nuestros voluntarios, que trabajan en los comedores sociales, reparten fármacos y mantas a los sin techo y atienden a los ancianos que viven solos.
Excelencias,
Estos breves comentarios, que quería exponerles con ocasión de nuestra reunión, no hacen justicia a los hechos reales. No me refiero a lo que hacemos, sino a lo mucho que queda aún por hacer. Una humanidad marginada y angustiada nos obliga a todos a plantearnos las elecciones que definirán nuestro futuro: Norte y Sur, primero y último, bienestar y miseria, y en medio, el futuro que seremos capaces de construir.
Frente a la dimensión del desafío y la insuficiencia de nuestros instrumentos, viene a la mente la advertencia de Jesucristo: “Es abundante la cosecha pero son pocos los obreros” (Lucas, 10:2). Con una firme convicción, la Orden de Malta repite aquí con ustedes el compromiso de poner de su parte, movilizar todo su potencial y atender específicamente a la generación más joven, una promesa de nueva vida para el mundo y también para nuestra tradicional labor. Ya hemos emprendido este camino con iniciativas como el proyecto Caravan para los discapacitados en Líbano, que implica cada año a jóvenes voluntarios europeos, y con las decisiones finales de nuestro Seminario Estratégico de Rodas, que en los próximos diez años nos harán adoptar estrategias para implicar a un mayor número de jóvenes en la vida de la Orden. Sin reservas o prejuicios personales, intentamos atraer a “nuevos reclutas” para que, con su entusiasmo y su voluntad de compromiso incesante para con el prójimo, escriban un nuevo y productivo capítulo en nuestra larga historia.
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Y es justamente nuestra historia la que nos recuerda, una vez más, que nuestra acción no reposa únicamente en las manos y los corazones de nuestros generosos voluntarios. Además de los recursos personales contamos con recursos institucionales – prerrogativa jurídica de la Orden – que nos permiten trenzar nuevos vínculos entre gobiernos y entre culturas, en nombre del interés superior del desarrollo humano. El muy reciente y bienvenido establecimiento de relaciones diplomáticas con Sudán del Sur demuestra lo que una diplomacia sincera puede llegar a crear, si se orienta hacia las personas y no contra ellas. A este respecto quisiera tenderles la mano, a ustedes profesionales de la diplomacia y nuestros interlocutores privilegiados, para que nos ayuden a ayudar, y para que podamos repetir en las zonas abandonadas del mundo lo que las antiguas crónicas de la Orden cuentan sobre el hospital creado en Jerusalén por nuestro fundador, el Beato Gerardo: “se ayuda y se alimenta a los pobres, se trata a los enfermos, se administran los sacramentos, se refresca a los peregrinos y los afligidos, se enseña a los analfabetos, se redime a los presos”.
Con estos sentimientos quisiera transmitirles, a ustedes y sus familias y a las naciones que representan, mis mejores deseos para 2015, que sea un año activo y enriquecedor en gracia espiritual.
Frey Matthew Festing

Roma, 13/01/2015
Web oficial

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